¿Quién es Mario Enrique Suárez del Real Flores?

Es mi papá. También es papá de  Enrique Diego Suárez del Real Islas, y es esposo de Sonia Beatriz Islas Ortega.  Nació en 1951, el 14 de marzo. Sus papás: Teresa Flores Rosales y Enrique Suárez del Real Bermejo. Tuvo cuatro hermanos: Ma. De Lourdes, Yolanda, Silvia y David.

Cuando él tenía 11 años, su papá se fue de la casa, lo volvió a ver  cuando ya estaba casado y nos tenía a mi y a mi hermano. Desde que su padre se fue, mi papá  trabajó y ya nunca paró de hacerlo. A esa edad empezó a fumar y tomar, y según el mismo nos contaba; sintió la responsabilidad de ser firme y fuerte para cuidar de su mamá y sus hermanos, estigma con el que cargó hasta poco antes de partir.

Conoció a mi mamá en el CCH Vallejo, a los tres años de conocerse decidieron casarse, construyeron una relación y una familia con el amor, el apoyo y la libertad como principales cimientos, así fue hasta el final. Ya estando casado, estudió la licenciatura en administración en la UAM Iztapalapa y junto con mi mamá, tuvo que pasar muchos sacrificios para realizar su sueño de estudiar; como casi todo lo que se propuso en la vida, lo logró. Al terminar, apoyó incondicionalmente a mi mamá  para que ella también estudiara, y así, siempre que había alguien que soñara con algo y con la pasión de lograrlo, él estaba dispuesto a darle una mano y apoyarle con lo que el pudiera ayudar, lo hizo con sus hijos, con sus sobrinos, con familia de mi mamá y con nuestros propios amigos y parejas.

Le gustaba oír a The Doors, Queen, y casi toda la música de la época de los 60’s y 70’s en inglés (ABBA no le gustaba tanto) escuchaba una y otra vez a Pepe Aguilar y Alejandro Fernández y mientras trabajaba en asuntos de oficina, le gustaba poner música clásica, últimamente El lago de los cisnes y El cascanueces. Tres de sus canciones favoritas era “The roadhouse Blues”  (The Doors) la ponía cuando trabajaba la carpintería y en las fiestas con sus amigos. “Can`t take my eyes off you” (Boys town gang) le gustaba oírla en las fiestas de navidad y año nuevo, la repetía una y otra vez, grabó primero cassettes y luego CD’s con esa sola canción para escucharla durante toda la noche. Y “El Andariego”  la cual pedía cuando había tríos y si en las fiestas contrataba uno, sin falta la pedía y se la cantaba a mi mamá.

Su libro favorito era “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, y “Las enseñanzas de Don Juan” de Carlos Castaneda. Las películas que no se cansaba de ver, eran “Ben-Hur” “Espartaco” “Cleopatra” “Gladiador” “Troya” y “El caso Thomas Crown”  sus favoritas para relajarse eran las películas de acción,  y se divirtió una y otra vez viendo todos los capítulos de “Don gato y su pandilla”.

Era disciplinado para comer y siempre buscaba las opciones mas saludables con el único propósito de poder comer ocasionalmente y sin remordimientos, sus platillos favoritos: barbacoa, birria en Garibaldi, pancita en Peralvillo y carnitas en las fiestas. Siempre elegía agua y nieve de limón aunque hubiera otros sabores y compraba  nuez de la india y pasitas con chocolate, para comérselas de poco a poco.

Le gustaba recordar y platicar acerca de los lugares donde había vivido, (como Peralvillo y Donceles), y hablaba con nostalgia y profunda tristeza de su padre y de su abandono.

Parrandero, bailador y tomador. Por muchos años sólo se permitió a el mismo reír y carcajearse mientras estaba tomado, pero quienes lo conocimos de cerca sabíamos que en realidad era bromista, sarcástico ( a veces hasta de un humor negro) y alegre la mayor parte del tiempo y en la cotidianidad.

Era puntual y se molestaba con la gente impuntual (como conmigo), era exigente, estricto, disciplinado y creía en los modales prudentes y respetuosos para con la gente mayor, le irritaba la gente floja, desganada y desobediente.

Fue chalán, carpintero, taxista, enfermero, profesor, coció en máquina piel y ropa, jefe de oficina, de departamento y coordinador en hospitales, hasta llegar a subdirector de área en la CNDH; obedeció y mandó, y en cada oficio y cargo que ejerció, fue obsesivo, trabajaba siempre mas de lo establecido, no llegaba temprano a la casa, era minucioso y exigía excelencia, ejerció cada actividad siendo creativo, propositivo y firme, siempre encontró soluciones, encontraba formas diferentes de hacer tal o cual cosa y lo compartía entusiastamente con los demás. Cuando encontraba la oportunidad de ayudar a alguien, simplemente lo hacía.

De todo lo que trabajó y ejerció, su mejor papel lo hizo como padre y esposo, aun cuando no tuvo de donde aprender.
No fue un ser humano excepcional, no fue perfecto, cometió errores, algunos los enmendó, otros no. Pero tenía un espíritu fuerte y lleno de amor. Mi papá amó a su familia y esa fue su guía para ser padre y esposo, cada lección, cada paso que dio junto con nosotros, lo hizo con y por amor, con el corazón, nunca con la cabeza, todo aquello que nos dio y nos enseñó lo hizo pensando en que nos haría bien, en que nos serviría, en que era una muestra de su amor y lo extendía hacia la gente que nosotros mismos amábamos: amigos, parejas, hijas, familia; y así como compartía con nosotros, compartía con ellos lo que tuviera para dar.

Mi papá nos respetó y confío en nosotros, pero nunca dejó de guiarnos.

Desde que llegué a éste mundo, él me tomó de la mano para enseñarme a vivir. Desde cómo bolear mis zapatos y entregar mis tareas de la escuela, hasta enfrentar su muerte y vivir con su ausencia.  Hasta el último minuto no dejo de guiarme y me dijo, sin palabras, que siempre estaría conmigo, y que confiara en esas alas que él había tardado 62 años en construirnos. “Papá, ¡esas alas son de madera, no van a volar! – ¿Qué no confías en mi?, tu espérate, claro que volarán – ¡Papá, estoy volando!”. La grandeza de mi papá se reflejó en sus ojos, y los últimos días de su estancia en la tierra, sólo nos tomaba de la mano y nos comunicaba todo a través de su mirada. Esos últimos días entendí, que se iba físicamente porque quería seguir enseñándonos y guiándonos; enseñarnos por ejemplo que la gente como él, no se va; porque su herencia viva se quedó en la sonrisa y curiosidad de Andrea, en la mirada e inquietud de Daniela, la tranquilidad de Alexander, la nobleza de Dimitri y la intensidad de Jessy;  en el talento y el amor a su familia como Yoshio, en la inteligencia y creatividad de Charly, la templanza de Vane, el sarcasmo de Pablo; se queda en el amor que dio a quienes rodeó, en las enseñanzas que compartió con quienes convivieron y trabajaron con él, en el amor y apoyo que dio a mi tía Lety, en la comprensión y alegría que le daban y que tenía en Ricky y Anita, en el apoyo, confianza y amor que regaló a Jorge, Wendy e Isidro, en la protección y en el amor incondicional, libre y eterno que le dio a mi mamá, en las manos fuertes, la firmeza y  perseverancia de Kike; en mi alegría de vivir y en esta insistencia que tengo de decirles a todos, lo que mi papá repitió una y otra vez: a éste mundo se viene a ser feliz.

2 comentarios

  1. Úrsula Amaranta · agosto 8, 2013

    Habia escrito, Diego Enrique, y es Enrique Diego. Una disculpa Kike, pero ya está corregido. 😀

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  2. Enrique Suarez del Real · agosto 9, 2013

    No Problem Carnala no me di cuenta hasta que lo lei aqui jejejeje si no yo mismo te reclamo
    jajajajaja

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